Te levantas
una mañana como si fuera un día cualquiera pero no estás en tu cama de siempre.
De hecho tienes al lado a un chico que te está diciendo que va preparando el
desayuno mientras tú te despiertas porque, extrañamente, conoce tus
dificultades para ser consciente de algo mínimamente complejo como poner una
cafetera durante tu primera hora del día.
Miras el
techo, alto, blanco y pulcro, mientras notas la suavidad de la manta que aun te
arropa, aunque hace un calor terrible. Pero tú necesitas taparte el estómago,
ese que últimamente ha estado lleno de dudas y proyectos a medio imaginar.
- ¿Qué
pasa hoy? Ah, sí, hoy cumplo vida..
Y te pones
a reflexionar, como te encanta hacer, mientras proyectas en ese cielo blanco un
montón de imágenes de lo que ha sido tu último año.
En cuestión
de 365 días ha cambiado tu estado civil, estudiantil, profesional y emocional. Sin olvidar
que has tenido que despedir a uno de los seres más importantes de tu vida y
abrirle la puerta a la relación a distancia más distante y a la vez más cercana
que podrías imaginar. Sí, has sobrevivido una guerra y a la cuota de autónomos.
Y, lo mejor, es que has tenido tiempo de llorar, reír, enfadarte, perdonar,
bailar y sanar; empezando a lamerte muchas heridas del pasado, con limón y sal,
para que cicatricen mejor. Sí, todo esto ha venido en pequeñas dosis durante los últimos
365 amaneceres pero, visto de esta manera, tu cabeza empieza a devolverte una
sensación ambivalente de vértigo y enraizamiento.
Han sido
tantos cambios, tantas emociones, tantas dudas, tantas, cargas, tantas
respuestas y tantas descargas... Que parece una locura
que hayas sobrevivido, sobreTODO, siendo tan consciente de TODO, valga la
redundancia.
Y estás
agotada.
Porque todo esto lo has hecho tú, con los apoyos necesarios y las torceduras, también necesarias.
Y sigues
agotada, pero sabes que este ir y venir de emociones y sensaciones es lo que, durante años, habías dejado aparcado por las racionalizaciones y los argumentos
lógicos. Y ahora, lo único que quieres hacer, es seguir en ese caminar
emocional y consciente. Porque, por una vez en tu vida, no te asusta el
descontrol, si no que necesitas sentirlo. Porque, a final de cuentas, la ley de
la entropía está ahí para arreglarlo todo. Y le dices a esta locura:
- Twenty
fourth round, estaba esperándote. Seas como seas, voy a seguir caminando hacia delante.
Neko