sábado, 2 de diciembre de 2017

Entropía, gracias.

Te levantas una mañana como si fuera un día cualquiera pero no estás en tu cama de siempre. De hecho tienes al lado a un chico que te está diciendo que va preparando el desayuno mientras tú te despiertas porque, extrañamente, conoce tus dificultades para ser consciente de algo mínimamente complejo como poner una cafetera durante tu primera hora del día.

Miras el techo, alto, blanco y pulcro, mientras notas la suavidad de la manta que aun te arropa, aunque hace un calor terrible. Pero tú necesitas taparte el estómago, ese que últimamente ha estado lleno de dudas y proyectos a medio imaginar.

     - ¿Qué pasa hoy? Ah, sí, hoy cumplo vida..

Y te pones a reflexionar, como te encanta hacer, mientras proyectas en ese cielo blanco un montón de imágenes de lo que ha sido tu último año.

En cuestión de 365 días ha cambiado tu estado civil, estudiantil, profesional y emocional. Sin olvidar que has tenido que despedir a uno de los seres más importantes de tu vida y abrirle la puerta a la relación a distancia más distante y a la vez más cercana que podrías imaginar. Sí, has sobrevivido una guerra y a la cuota de autónomos. Y, lo mejor, es que has tenido tiempo de llorar, reír, enfadarte, perdonar, bailar y sanar; empezando a lamerte muchas heridas del pasado, con limón y sal, para que cicatricen mejor. Sí, todo esto ha venido en pequeñas dosis durante los últimos 365 amaneceres pero, visto de esta manera, tu cabeza empieza a devolverte una sensación ambivalente de vértigo y enraizamiento.

Han sido tantos cambios, tantas emociones, tantas dudas, tantas, cargas, tantas respuestas y tantas descargas... Que parece una locura que hayas sobrevivido, sobreTODO, siendo tan consciente de TODO, valga la redundancia.

Y estás agotada. 

Porque todo esto lo has hecho tú, con los apoyos necesarios y las torceduras, también necesarias. 
  
Y sigues agotada, pero sabes que este ir y venir de emociones y sensaciones es lo que, durante años, habías dejado aparcado por las racionalizaciones y los argumentos lógicos. Y ahora, lo único que quieres hacer, es seguir en ese caminar emocional y consciente. Porque, por una vez en tu vida, no te asusta el descontrol, si no que necesitas sentirlo. Porque, a final de cuentas, la ley de la entropía está ahí para arreglarlo todo. Y le dices a esta locura:

     - Twenty fourth round, estaba esperándote. Seas como seas, voy a seguir caminando hacia delante. 

Neko

lunes, 13 de noviembre de 2017

La carta

Reaparezco. Piensas que estoy loca, piensas que después de tanto tiempo no debería volver. No me ves, pero me sientes. He vuelto. La carta inesperada. La carta que quizás nunca debió llegar. Pero aquí estoy. En tus manos. Te duele verme así. Te duele tener mi alma en tus manos y no poder acariciar mi piel. No poder mirar mis ojos. Me lees y me relees hasta que te aprendes cada uno de mis signos de puntuación. Cierras los ojos, en tu mente bailan las palabras, y hasta hacen que puedas escucharme recitándolas. Escuchas mi risa.

Abres los ojos y vuelves a mirarme. Ves cada una de las palabras que escribí, cada una de las palabras que salieron del fondo de mí ser. En tu cara se dibuja una sonrisa. “Maldita loca” susurras entre dientes. Y es que mi locura fue lo que te enamoró. Y esa carta que sostienes en tus manos te hace recordar las notas debajo de la almohada o en el armario del cepillo de dientes. Te hace recordar…Y el recuerdo duele.

Las palabras empiezan a girar como un huracán, se mezclan y salgo del papel. Me miras. Crees estar en un sueño, pero no. Ahí estoy, de pie, enfrente de ti. Estiras la mano y me rozas. Me abrazas, no puedes evitar el impulso, ha pasado demasiado tiempo… demasiado tiempo sin mirarnos.

  - No estoy aquí - te recuerdo- solo soy un fantasma, el eco de lo que fui.
  -Lo sé- contestas, me abrazas más fuerte.

Me desvanezco, empiezo a perder consistencia. Las palabras se sueltan, ya no pueden mantenerme y se desparraman por tus ojos. De ellos caen unas lágrimas llenas de pureza, esa pureza que te caracterizaba, esa pureza es querer cada centímetro de tu piel, es aspirar su olor, es llevar el deseo hasta la cumbre. Esa pureza eres tú.

Tus lágrimas caen sobre la tinta. Y así es como estamos juntos por última vez.

Halley

lunes, 6 de noviembre de 2017

¿Qué es la locura?



Locura son tus ojos. 

Y locos son los marineros que decidan navegar en ellos.
Son mar acunado por la noche, cuyas olas marcan los segundos que faltan para amanecer. Donde el horizonte y el fondo del océano crecen hasta los cielos, hasta ser solo uno. Tu resaca fuerte atrapa mis piernas, convenciéndome que si me sumerjo no habrá vuelta atrás. Por eso decido hundirme sin ni siquiera coger aire, porque dejé mi cordura junto a mis ropas en la orilla.


Locura son tus piernas.

Y locos son los alpinistas que traten de escalarlas.
Infinitas como mis miedos al verte. No habrá Dios capaz de mandar tormenta que ahogue mis deseos de subir tan alto como me permitas ni sol que derrita las alas de barro con las que trato de hacer volar a este pobre corazón que dejó su cordura junto al paracaídas en tierra.


Locura son tus besos.

Y locos son los matemáticos que traten de llevar la cuenta de ellos.
Porque no habrá un mañana, ni un ayer sino un concepto del tiempo que no podremos cuantificar. Habrá un siempre en el parezca que llevemos toda la vida. En el que las horas no valgan nada y los días lo valgan todo. En el que lo importante lo sea un poco menos, y que no haya importe suficiente para pagar todo lo recibido que no cabe en mis manos, que dejé vacías de cordura y billetes.


Locura son tus te quieros.

Y loco soy yo desde que son para mí.



Drizzt Beleren

lunes, 17 de abril de 2017

La colectivización de Granja Animal



     Y entonces, justo en el punto álgido de la noche, cuando a los habitantes de Granja Animal se les cayó a los pies toda la esperanza que sus corazones se habían empeñado en resguardar vendando los ojos a la más pura de las razones, solo por el sueño -ahora podrido- de la revolución; aparecimos nosotras

Nosotras, las ratas que creíais extintas, o muertas quizás.
Nosotras, aquellas ratas que no conseguisteis domar para vuestra ideal y burocrática revolución que ya vemos que tan buen resultado os dio. Ahí tenéis a Napoleón, amado líder, sobre dos patas bailando al son de las disputas humanas. Y es que, en ocasiones, todos los animales somos iguales, ¿no? Pero, por lo visto, unos son más iguales que otros.
Nosotras, os contaremos un secreto: las ratas no fuimos las primeras en abandonar el barco. Simplemente el barco nunca zarpó.

Nosotras nos fuimos, nos reunimos y observamos, furiosas, como el autoritarismo que tanto sufrimos por parte del señor Jones se traspasó, como una enfermedad asociada al propio nombre de la granja, a los mismos cerdos. Cerdos elitistas y traidores a nuestra raza, la raza animal. Elitistas, quisieron una manada ingenua a la que poder someter a su voluntad; incluido Bola de Nieve, al que algunos añoráis. Él es culpable de que nunca fuésemos todos iguales, por mucho que nos hiciera creer que él sí nos quería a su lado.

Hoy es el día de la venganza, y es que cada una de nosotras no vale nada por sí misma, pisoteada por cualquier otro animal. Pero la conciencia es algo que vive más allá de nuestros pobres cuerpos, y que se extiende como un virus cuando convives de igual a igual. Entonemos una última vez el Bestias de Inglaterra para recordar que no necesitamos de nadie para ser libres. Destruyamos la Granja Animal para ser verdaderamente libres y construyamos de sus ruinas lo que todos nosotros queramos ser.

Ni Cerdos.
Ni Amos.
Ni Granjas

“Aquella noche, el fuego iluminó toda la comarca, la verdadera rebelión se llevó a cabo por los animales. Miles de ratas aparecieron salidas de todas las cloacas de alrededor. Estas, a mordiscos, acabaron con los cerdos; mientras los humanos, volvieron a salir huyendo otra vez junto algunos de los cerdos que sobrevivieron. Los perros siguieron a sus amos, ambos dos, incapaces de entender que ellos también eran animales. Se quemó el guardanés de los cerdos, se quemaron los antiguos mandamientos. Y entre las cenizas hubo, tras mucho tiempo, una nueva reunión de todos los animales. No sabemos si vivieron mejor que hasta entonces, lo que sí sabemos es que ninguno de ellos fue más que los demás aquel día, ni tan siquiera para hablar.”

Drizzt Beleren